¡Qué canten los niños y niñas!: experiencias, sueños y reflexiones de Santiago, Carolina y Andrea frente al conflicto armado

Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas
laura.cano
Eureka
9 Abril, 2024

Escrito por: Juan Pablo Otero Salazar

Instagram: @juanotero2006

 

"Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal en su persona aunque piense y diga diferente". (Jaime Garzón) 

 

Hace algunos días visité un lugar donde viven y estudian muchos chicos y chicas a los que les fueron vulnerados sus derechos o estaban en riesgo inminente de que estos fueran quebrantados. Ellos son Carolina, Andrea y Santiago, de 17 años, quienes sobrevivieron a varias experiencias que ojalá nunca hubieran vivido. La guerra no suele ser amable con ninguna persona, y peor aún con algunos niños y niñas, que en lugar de estar jugando, leyendo, aprendiendo y disfrutando en compañía de sus familias y amigos, han tenido que vivir situaciones terribles. 

Sentados en el pasto, en círculo y disfrutando del sol, nos comíamos unas papas con juguito de cajita que mi mamá nos había traído, y yo, mientras tanto, estaba atento escuchando sus historias:

–Yo hice este dibujo porque una noche estaba muy triste -dice Andrea-, no podía dormir, mi mente se inundaba de impotencia y desesperación, ya que a través de la ventana de mi casa veía a grupos armados reclutando a niños muy pequeños, sabiendo que ellos no se querían ir, que preferían quedarse en su casa ayudando a su familia, ordeñando las vacas y jugando. Aún así se los llevaron y yo no pude hacer nada. 

Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas

Hacía el típico sol de las dos de la tarde, calientito y acogedor, de esos que obligan a salir de la cama para ir al parque a distraerse un rato. Por todo el lugar había niños jugando fútbol y baloncesto, otros a las escondidas, al otro lado del patio, algunos dibujaban o miraban el teléfono. 

–Desde que tengo uso de razón -dice Santiago-, he visto muertos tirados por ahí: flotando en el mar, una cabeza, una mano…

–Sí -concuerda Carolina-, por eso a uno le toca alejarse de sus familias para tener un buen futuro y más oportunidades. Es algo muy violento y no se lo desearía a nadie.

–Donde yo viví hay una ley como impuesta -indica Andrea-: si robas te matan; si violas te matan; si matas te matan y si la persona es como dicen ahí “chismosa” o “sapa” la matan también. Me acuerdo que la gente solía desvalijar las casas: le quitaban el techo, las ventanas, las puertas y todo eso. Además, cuando se iba la luz quemaban las llantas y se metían a las tiendas a robar. Permanecía muy triste porque yo quería estudiar y pues donde vivía eso no era una prioridad. 

–Yo tuve una buena infancia porque solía estar en la calle -recuerda Carolina-: compartía mucho, tenía un grupo y si a una le faltaba una cosa se la prestaban. Pero de un momento para acá comenzó a haber muchos problemas por poder, y empezaron a llevarse a los niños y también a las niñas, y yo tenía miedo de que me pasara eso, así que me enviaron para acá, para la comunidad… pues… por mi protección.

Colombia ha sufrido la violencia por cerca de sesenta años, y el único resultado que hemos logrado obtener fue inundar nuestras ciudades y campos de sangre y lágrimas, de niños que crecieron sin sus padres y de madres que murieron sin sus hijos porque los habían asesinado. Este país ha postergado por décadas la oportunidad de progresar por cuenta de querer eliminar al otro, de no escucharlo, de no sentarse a debatir, y a pesar de las diferencias llegar a un consenso.

–¿Les parece si vamos a caminar y me enseñan el lugar? -pregunté. Honestamente sentía una profunda tristeza cuando ellos me contaban sus historias, es imposible que tu corazoncito no se ablande y tus ojos no se humedezcan tan sólo un poco, sabiendo que en tu país existen niños, al igual que tú, que tuvieron que vivir la violencia. 

–Sí, dale, vamos -me respondieron.

–Por otra parte -pregunté-, a mí me dijeron que a Andrea le gusta dibujar mucho. ¿Te gustaría mostrarnos tus dibujos?

–Sí -respondió, y sacó un dibujo del closet-. Este de acá lo hice en clase de artes. La hoja de aquí que se está quemando mientras un militar la firma, son los Acuerdos de Paz incumplidos, esto de aquí son unas balas, eso de ahí es una niña que llora, y ella es una mamá que también llora porque los grupos armados secuestran a su hija. 

Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas

Ellos me seguían mostrando el lugar donde dormían, lavaban la ropa, estudiaban y cocinaban.

–¿Y ahora a dónde vamos? -pregunté.

–Te llevamos a la huerta donde colaboramos todos y, además, la lidero yo -dijo Santiago, claramente sintiéndose orgulloso. 

–Entiendo -dije-, esto es como una especie de país que están construyendo, el país que todos soñamos tener, por lo menos en un futuro.

–Esa es la idea -señaló Carolina. 

–¿Ya saben qué estudiar y qué hacer cuando sean grandes? -pregunté.

–Yo quiero ser médico -dijo Santiago-, pero uno que aparte de curar a las personas sea también rebelde, para no repetir las malas prácticas de la mayoría, denunciar la corrupción y siempre buscar la paz, algo así como Garzón. No dejaría que se robaran la plata de la educación y presionaría mucho para que los políticos vayan a los territorios y escuchen a la gente. Por el lado personal también sueño con tener hijos y una familia.

–Yo también quiero ser médica -indicó Carolina-, y en este momento se me ocurre que sin lugar a dudas daría todo de mí para que, tanto en mi casa como en la de los demás, las familias practiquen la corresponsabilidad y se dividan las tareas de forma justa. 

Después de recorrer el sitio, preguntarnos un montón de cosas, conocernos y compartir por cerca de cuatro horas, tuve que devolverme a mi casa. En ese largo trayecto de TransMilenio por mi cabeza no dejaban de rondar los pensamientos, algunos muy tristes, pero la mayoría de ellos llenos de esperanza y fe porque sé que en un futuro, no muy lejano, podremos alcanzar una paz estable y duradera. 

Ya sentado en mi computador escribiendo el artículo en lo único que pienso es en que ojalá ese país que están formando se pueda ampliar y materializar en todo el territorio colombiano. Sueño con construir, en compañía de los futuros médicos Santiago y Carolina, la próxima gran pintora Andrea y los demás chicos y chicas de toda Colombia, un país donde no neguemos los conflictos y diferencias que naturalmente siempre van a existir, ya lo decía Estanislao Zuleta, “son fenómenos tan constitutivos del vínculo social como la interdependencia misma”. Con ellos y ellas quiero levantar escenarios sociales y legales donde los conflictos se puedan desarrollar de manera democrática, sin que la oposición al otro conduzca a su eliminación. Sueño con construir un futuro con una ciudadanía diversa, incluyente, que sepa tener mejores conflictos, que pueda reconocerlos y contenerlos, y que no viva a pesar de ellos, sino de forma productiva e inteligentemente en ellos. 

Apuntaciones:

  • Cambié los nombres de mis compañeros Santiago, Carolina y Andrea para velar por su seguridad.
  • A él y a ellas todo mi agradecimiento por confiar en mí, por contarme sus historias y sus sueños. Tengo la certeza de volvernos a encontrar en este camino de construir un país para todas, todos y todes. 
  • Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, en Colombia hay más de diecisiete mil niños, niñas y adolescentes, como tú y como yo, que han sido reclutados por grupos armados. Ojalá algún día eso sólo sea un mal recuerdo de la historia patria.
  • Un abrazo para todas las personas víctimas del conflicto armado, hoy, nueve de abril. 

 

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